Suena tu alarma. Son las 7. Abres los ojos, te estiras un poco haciendo un esfuerzo por arrancar tu cuerpo. Cuesta, porque nunca has sido de madrugar. Pero, de repente, te viene en mente todooooo lo que tienes que hacer hoy.
Que si tienes que mandar no sé cuantos correos, ir a buscar un paquete, hacer la compra en el super, hablar de no sé qué con tu jefa, preparar la comida, y un largooo etcétera.
Y de repente, un soplo de estrés te entra por la nariz y hace que despiertes del todo.
La máquina arrancó. Y no te va a dejar tranquila·o en todoooo el día.
Y todos estos pensamientos te llegan en bucle, todo el rato, recordándote que el día tiene 24 horas y que tienes que apresurarte porque sino no llegas.
El hámster empezó a correr en su ruedita.
Corre y corre porque es lo que sabe hacer, porque piensa que así te irá todo mejor, porque está convencido de que, sin él, no puedes vivir.
Y cuando no es por la larga lista de tus tareas diarias, es por otra cosa.
Que si no sé quien ha dicho algo sobre ti, que que vergüenza pasaste el otro día, que dentro de una semana tienes un viaje y que estrés preparar todo, que a ver si te sale bien la conferencia que tienes que dar, que por qué dijiste eso, que no vas a conseguir esta beca, que en el fondo pepito·a no te quiere…
Podría tirarme páginas y páginas escribiendo todo lo que el hámster dice en bucle desde que despierta hasta acostarse.
Pero creo que has pillado la idea.
Algunos lo llamarán ego, otros simplemente lo identifican con la mente, yo soy más de metáforas, pero no importa, todos tenemos estas voces en la cabeza a las que solemos hacer caso.
Más aún si tenemos un cerebro que piensa a una velocidad tremenda.
Me resulta muy gracioso imaginar a una cebra con múltiples hámsteres (que feo queda en plural) en su cabeza. Aunque vivirlo ya no es tan gracioso.
Ahora viene la parte que más esperas: la solución ya hecha, tirada de manuales y que te llevará al Santo Grial de la felicidad.
Pero ya sabes que lo que puede valer para uno·a, no vale para otro·a.
Entonces, hay dos opciones. Una: probar todas las técnicas de los libros de auto ayuda hasta dar con la que te funcione (sabiendo que seguramente no está escrita en ningún libro).
Dos: aprender a conocer a tu(s) hámster(es) para amansarlo(s).
Claro, este camino parece más complicado porque hay que observar, analizar, reflexionar un poco, aceptar mucho y mirarse aún más en el espejo. Puede doler, puede cansar. Pero si lo haces, podrás encontrar las herramientas que necesitas para que tus hámsteres corriendo en sus rueditas ya no te afecten tanto.
No olvides que el objetivo aquí no es tanto que dejen de correr (¡es un hámster, lo necesita! Además, puede ser útil que lo haga) sino que puedas vivir sin quedarte atrapada·o en su rueda tú también.
Te dejo unas pautas que puedes probar:
- Observa cada uno de tus hámsteres. ¿Cuántos son y cómo se comportan? ¿Qué te dicen? ¿Con qué intención te lo dicen? Es muy probable que sigan un patrón. No dudes en apuntar tus descubrimientos en un papel (si te gusta dibujar, ya sabes…)
- Observa tus emociones. Identifica los momentos en los que las sientes (también las emociones agradables). ¿Puedes relacionar la emoción con un hámster en concreto? ¿Cómo te sientes cuando te quedas atrapado·a en sus ruedas… y cuando no? ¿Qué te aportan los momentos en los que no hacen ruido? Aquí se trata de relacionar las emociones con patrones de pensamientos, como lo habrás adivinado. Pero también de discriminar cuándo es el hámster el que guía tu vida y cuando no - ¿qué ganas / qué pierdes en cada caso? Apunta también las conclusiones de lo que has aprendido.
- Ahora que has identificado a los hámsteres y a tus propias emociones, lo interesante sería observar las necesidades de cada uno. ¿Cuáles son las necesidades escondidas detrás de sus mensajes en bucle? ¿Y qué necesitas tú? ¿Son necesidades idénticas? ¿Diferentes? ¿Qué acuerdo podéis establecer para que estas necesidades se vean cubiertas? ¿Qué diálogo podéis poner en marcha para atender a cada necesidad?
- ¿Cómo quieres relacionarte con ellos? Clarifica tus deseos. A lo mejor después de tanta observación ves algo nuevo que no veías antes… y es importante identificar que quieres hacer con ello. Y esta respuesta es personal, ¡no todo el mundo querrá hacer lo mismo con sus hámsteres respectivos! Con esta última parte podrás definir algunos objetivos (claro, es un proceso, no se hace todo en un día) que quieras alcanzar para mejorar tu bienestar. Si has llegado hasta aquí, ¡enhorabuena! 😊
Si eres pragmático y que la metáfora no te va, puedes verlos como tipos de pensamientos. Eso sí, emplear una representación gráfica puede ser de ayuda para los más jóvenes. ¡Es mucho más divertido para ellos! Además, pueden usar el dibujo como forma de expresión, representando a sus pensamientos, emociones, necesidades y deseos con bichos de colorines 😊
Espero que te haya sido útil, y que pronto te harás amigo·a de tus hámsteres mentales para no dejar que lleven las riendas de tu vida!
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